Las últimas semanas nos han permitido ser testigos de unos acontecimientos que podrían traer consecuencias muy significativas para el futuro cercano, inicialmente de Venezuela y posteriormente del resto de la región latinoamericana, particularmente de los países que resultaron víctimas de la peste del socialismo del siglo 21. Lo que viene sucediendo en Venezuela es de una importancia superlativa. No es, evidentemente, la primera vez que la gente sale masivamente a protestar a las calles contra el régimen fracasado, corrupto, narcoterrorista y represivo de Nicolás Maduro y su pandilla de matones. Han sido muchas las oportunidades en que los venezolanos han cumplido con su deber cívico y han llenado las calles y los espacios públicos para manifestar su inconformismo. Y es cierto, nada tangible han conseguido cambiar, pero esta vez es inmensamente distinto.
Lo que cambia todo es el hecho irrefutable de que, en esta ocasión, de las protestas ha surgido una cabeza visible que logró disparar el reconocimiento inmediato de una cantidad notable de muy respetables gobiernos en todo el mundo, comenzando con el de los Estados Unidos que, dicho sea de paso, es la nación que cuenta con el músculo suficiente, tanto económico como militar, para presionar a lo que queda de la dictadura de Maduro a que tome la decisión de hacerse a un lado y permitir el regreso de la justicia y la democracia, la paz y la libertad, el abastecimiento y la prosperidad,
Falta lo más importante, es cierto, que Maduro caiga, por las buenas o no, y obviamente lo ideal es que esto suceda sin que sea necesario derramar una sola gota de sangre. Conseguir eso es prácticamente imposible, o por lo menos muy difícil, sin que las fuerzas armadas tomen finalmente la decisión de cambiar de bando, es decir, darle la espalda a la dictadura corrupta y abrazar la soberana voluntad del pueblo del que hacen parte. Para eso va a ser necesario un enorme poder de convicción, recursos para atraerlos y venderles la idea de que están en una singular encrucijada entre pasar a la historia como cobardes o como héroes, enfrentar la justicia en el próximo gobierno democrático, o acogerse a un proceso de amnistía y poder vivir en paz en la nueva Venezuela que está por llegar.
Pero no es solo en las fuerzas armadas que hay que arreglar ciertas cosas. La oposición tiene también que cumplir con lo suyo, y lo más importante es conseguir que cesen las divisiones y los enfrentamientos. Hoy, tras los acontecimientos de las últimas semanas, la causa es una sola: fortalecer al Presidente Encargado Juan Guaidó. En términos prácticos, es fundamental entender que como están las cosas, no estar con Guaidó significa estar con Maduro. No se trata de ignorar que hay partidos, tendencias, aspiraciones y, naturalmente, candidatos, Pero ya llegará el momento para eso, cuando Maduro caiga y Guaidó asuma y, como lo ha prometido, llame a corto plazo a unas elecciones libres, multipartidistas y con observación internacional. Y entonces, mientras más opciones mejor. Pero por ahora, la opción es única: fuera Maduro!!!

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