Por mandato constitucional, cada diez años, los Estados Unidos llevan a cabo un censo general de población. Desde el año 1790, los americanos saben con relativa precisión cuántos son, dónde están, a que se dedican y los resultados del censo le permiten a los respectivos gobiernos distribuir de manera más equitativa los recursos correspondientes a cada estado, a cada condado y a cada municipio. El más reciente, el del 2010, arrojó una cifra de población superior a los 308 millones y no se descarta que en el próximo censo, que se llevará a cabo el año que viene, esa cifra superará los 330 millones de habitantes.
Desde el año pasado se ha venido tejiendo una controversia en torno de si debe aparecer o no en el cuestionario del censo del 2020, una pregunta relativa a la condición de ciudadano de los Estados Unidos de la persona que responde. Si bien es importante, desde el punto de vista del gobierno, establecer quienes, entre los que aquí vivimos, ya son ciudadanos y quienes son residentes, con el fin de entre otras cosas, dimensionar los servicios que esos residentes necesitan, existe aún mucha desconfianza entre las personas, acerca de lo que l gobierno hace, o podría hacer, con la información recabada mediante el censo.
Más allá del cansancio, la Oficina del Censo ha insistido en que esa información no se cruza con otras entidades oficiales, como el Servicio de Rentas Internas o el ICE, que cumple funciones de servicio de aduanas e inmigración. Sin embargo, a pesar de todo eso, muchas personas creen que si la pregunta sobre ciudadanía aparece en el cuestionario, eso podría ahuyentar a cientos de miles de personas, principalmente inmigrantes, que van a preferir no correré riesgos. Si la pregunta no aparece, nunca se sabrá con exactitud cuántas personas podrían aspirar a la ciudadanía por naturalización, o a la residencia permanente, o a cualquier otro trámite de regularización de la situación migratoria, y que estructura sería necesario montar para atender a esas necesidades.
Las comunidades de inmigrantes quieren aprovechar el censo oficial de los Estados Unidos para hacerse contar. Difícil emprendimiento, porque de una manera o de la otra, con la pregunta sobre ciudadanía o sin ella, la desconfianza que reina entre la comunidad inmigrante hará que sean considerablemente imprecisos los resultados en ese sentido. Cada comunidad, en consecuencia, tendrá que hacerse contar de a mejor manera que les sea posible.
Para eso será fundamental crear el clima de confianza que resulta indispensable. Es fundamental que todos participen, teniendo la seguridad absoluta que la información suministrada, que será mínima, no será compartida con NADIE, y mucho menos con agencias gubernamentales. Proponemos, en lo que tica a la comunidad colombiana esparcida en los Estados Unidos, y en el resto del mundo, una Gran Encuesta Colombiana, que nos permita establecer, en primera instancia, cuántos somos, de dónde venimos y dónde estamos. Quedamos dispuestos a escuchar ideas y propuestas y a encender el entusiasmo que nos permita realizar finalmente un sueño que la comunidad viene alimentando por décadas. No hay duda de que contados contamos más.

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