La incógnita de las encuestas. / AFP

Publicado originalmente por El Correo, el 3 noviembre 2020, 07:41

Los sociólogos casi sienten escalofríos cuando recuerdan todo lo que ocurrió en 2016. Fue el ‘annus horribilis’ de las encuestas, con una inusitada sucesión de errores que aún cargan sobre sus espaldas. Porque el orden mundial sería bien diferente si los trabajos demoscópicos hubieran acertado. Hillary Clinton sería la primera mujer en presidir Estados Unidos, Reino Unido continuaría formando parte de la Unión Europea, los colombianos habrían refrendado los acuerdos de paz con las FARC y, en España, Podemos habría culminado el ‘sorpasso’ al PSOE.

Nada de eso se cumplió. «Fue el año que entrevistamos peligrosamente», resume con sorna Narciso Michavila, presidente de la consultora GAD3. Ahora, con la perspectiva que han proporcionado los cuatro años siguientes, los expertos coinciden en haber identificado numerosos factores que precipitaron los pronósticos erróneos, si bien matizan que «fallaron menos de lo que uno pueda pensar». En las elecciones presidenciales norteamericanas, por ejemplo, clavaron la victoria de Clinton en el voto popular, pero el sistema acabó beneficiando a Donald Trump.

Hay que tener en cuenta que el inquilino de la Casa Blanca no resulta ser quien más papeletas haya cosechado, sino quien más delegados sume en función de las victorias en cada uno de los Estados. «Tenemos 51 elecciones independientes. Es un sistema que da más poder a los Estados con menor población, de forma que el peso de un votante de Wyoming es 3,6 veces mayor que uno de California», explica Octavio Hinojosa, fundador de la consultora Plus Ultra Strategies, con sede en Austin (Texas). Este modelo se lo pone un poco más difícil a las encuestas.

Decisión de última hora

«El sesgo muestral y el margen de error son mayores porque las encuestas muchas veces recogen el sentimiento del voto popular y no tanto el voto electoral», añade Geovanny Vicente Romero, estratega político y columnista de CNN, en conversación desde Washington DC. Los especialistas señalan hacia un pequeño número de Estados en los que, allí sí, los sondeos erraron por completo. En Michigan, Pensilvania y Wisconsin -pertenecientes al ‘Rust Belt’ (cinturón de óxido)-, Trump venció contra todo pronóstico por un puñado de votos y se llevó 46 delegados clave de los 270 que necesitaba para ganar.

Tampoco ayudó el momento en que se realizaron las principales encuestas. «No hubo sondeos a cierre de urna como aquí porque a las televisiones les interesa prolongar lo máximo posible el escrutinio en un país con distintos husos horarios», apunta Michavila. El responsable de GAD3, la única empresa que predijo otros sucesos inesperados como la victoria de Ciudadanos en Cataluña y la fuerte irrupción de Vox en Andalucía, indica que el votante, a ambos lados del Atlántico, «cada vez decide su voto más tarde», por lo que los sondeos se quedan anticuados en cuestión de días.

Los indecisos jugaron un papel más protagonista que nunca en una campaña sumamente agresiva. «Hoy sabemos que Trump genera polarización que acaba absorbiendo el voto indeciso y libera sensaciones que catalizan en las urnas», diagnostica Romero. Pero eso no lo supieron anticipar los sondeos. «En un modelo como el de Estados Unidos, cuando el resultado es muy ajustado el sistema te hace cosas muy disparatadas. Cuando el ganador parece bastante claro, el sondeo clava la diferencia entre uno y otro candidato», argumenta Michavila.

Una participación de récord

Otro factor a revisar en la elaboración de los trabajos demoscópicos resultó ser la muestra. Hinojosa señala que no se ajustó de forma adecuada la composición educativa del electorado. «Hubo una sobrerrepresentación de graduados universitarios», partidarios de Clinton, mientras que se subestimó a ciudadanos sin estudios superiores, más proclives a Trump. La distribución por sexo tampoco fue la idónea. En unas elecciones marcadas por las polémicas machistas del candidato republicano, la mayoría de mujeres blancas acabó por apoyarle a él y dar la espalda a la demócrata.

Con este precedente tan reciente, ¿hay margen para que la historia se repita? «Es precipitado decir que Joe Biden ganará y sumamente arriesgado afirmar que Donald Trump está derrotado», antepone Romero, consciente de que no se puede descartar la sorpresa pese a que el demócrata disponga de ventaja en los sondeos (de siete a diez puntos según los últimos análisis). Sin embargo, los especialistas coinciden en que las circunstancias no son las mismas que en 2016, especialmente a causa de la pandemia.

Los números que dejan ya el voto anticipado y el postal vaticinan una participación récord que beneficiaría a Biden. «El entusiasmo de los votantes va a favorecer al candidato demócrata», señala Hinojosa. Además, según Michavila, las empresas encuestadoras se han querido cubrir esta vez las espaldas para no caer en los errores de hace cuatro años: «Suele ocurrir que, después de haber fallado, los sondeos tienden a una sobrecorrección y a ajustar mucho más la muestra. Ahora Trump lo tiene mucho más difícil».

 

 

 

 

 

 

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