El politólogo Geovanny Vicente Romero / Foto cedida por Geovanny Vicente Romero.

Bitácora

El politólogo Geovanny Vicente Romero (Padre de Las Casas, 1986) es una de las voces más reconocidas de la comunidad hispana en los Estados Unidos. Egresado del Máster en Comunicación Política y Gobernanza Estratégica de la George Washington University (GWU), ha trabajado como estratega político en prestigiosas instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Fundación Global para la Democracia y el Desarrollo (GFDD). Además, ha sido comentarista en medios como The Washington Post, BBC Mundo, Le Monde Diplomatique y Telemundo. Actualmente tiene una columna regular en la cadena CNN. El Obrero conversó con él para saber cuál es su visión respecto a lo sucedido en las elecciones presidenciales de EE UU y lo que depara de cara al futuro con Joe Biden como nuevo inquilino en la Casa Blanca.

—El Premio Nobel de Economía Paul Krugman ha planteado que Estados Unidos es un Estado fallido. ¿Lo es?

—Decir que Estados Unidos es un Estado fallido es una afirmación muy categórica, por no decir sensacionalista, es hablar en términos absolutos. Respeto la opinión de Paul Krugman y pienso que tendríamos que entender el contexto en que se produce. Krugman se refiere la disfunción política en Washington y al hecho de que los republicanos pueden mantener la mayoría del Senado debido a un sistema de pesos y contrapesos en vez de un voto puramente popular.  Yo que viví gran parte de mi vida en República Dominicana podría decir que Haití se acerca más a esta afirmación mientras que República Dominicana que saca mejor calificación está a años luz de la institucionalidad americana. Estados Unidos tiene sus propios problemas; hasta ahora ha fallado en asegurar salud universal, ha fallado garantizar justicia social y equidad para las personas de todas las razas y sus minorías, entre otras asignaturas pendientes.

—¿Las elecciones presidenciales han evidenciado una crisis institucional del país?

—No. Las elecciones presidenciales han evidenciado una sociedad dividida con un nivel de hiperpolarización alarmante. Las instituciones de Estados Unidos, desde su diseño constitucional y creación han sido sólidas porque han tenido un sistema judicial fuerte y la costumbre de no poner a nadie por encima de la Ley. Las crisis institucionales ocurren cuando la justicia es lacaya de los otros poderes y ese es un peligro que se avecina cuando el tribunal supremo no cuenta con equilibrio ideológico para consenso y disenso.

—¿El sistema electoral que rige a EE UU debe tener alguna modificación? Lo digo porque, a veces, quien saca más votos en los comicios no termina ganando como sucedió con Hillary Clinton en 2016.

—Estados Unidos ha sido ejemplo por excelencia de la democracia en los últimos dos siglos y ha construido (y vendido) su marca país sobre la base de ser la tierra de las oportunidades donde todos pueden lograr sus sueños si trabajan duro porque nadie está por encima de la Ley. La realidad es que su democracia se sustenta de un sistema electoral de elección indirecta donde los ciudadanos no votan por el presidente sino por un delegado que pocos conocen y que finalmente son los que deciden a base del voto popular, en la mayoría de los casos. Es un sistema donde no gana quien tenga más gente, gana quien tenga más colegio. El principio democrático universal de una persona-un voto se ignora totalmente porque muchas veces los ciudadanos votan por cumplir con el deber cívico, pero saben que su voto no pesa tanto como el de otros. El sistema del colegio electoral está diseñado para ignorar los logros del perdedor, está creado para que el ganador se lo lleve todo en el estado que gane. Cada cuatro años resurge el tema de modificar el sistema electoral, pero en un país que recae en la tradición política esto no ha pasado de solo ser un tema de discusión en los programas de televisión y premio de consolación para el candidato que gane el voto popular, pero pierde la Casa Blanca.

—A pesar de que la OEA y las autoridades electorales han mencionado que no hay ningún signo de fraude, el presidente Donald Trump dice todo lo contrario sin pruebas. ¿El magnate ya tenía estrategia ante una posible derrota?

—En mi experiencia como observador electoral internacional, tanto en Estados Unidos como en América Latina, puedo decir que observar elecciones en Estados Unidos es una experiencia muy diferente a gran parte del resto del mundo porque sus leyes funcionan y es un país muy judicializado donde la mayoría de las disputas tienden a terminar en los tribunales. Sin embargo, decir que ha habido fraude coloca al país a la par de otros de menos desarrollo económico que por muchos años han sido colocados en una categoría institucional de segunda clase. La realidad es que al ver que el oficialismo proclama un fraude electoral entendemos que esta alegación tiene coherencia con una estrategia que por meses ha estado construyendo la narrativa que debilita la credibilidad del sistema de voto a través del correo postal como una manera de anticiparse a un resultado adverso en las elecciones.  Hasta ahora, vemos que el proceso legal procederá ante cualquier aserción de un fraude electoral, descartando casos sin pruebas con rapidez.

—Trump ha dicho que va recurrir a los tribunales para impugnar los resultados de los comicios. ¿Resulta peligroso se judicialice el proceso y quede como un precedente para próximas elecciones?

—Desde antes del 3 de noviembre, estas elecciones ya eran consideradas las más litigadas de la historia americana pues a nivel local se habían registrado más de 300 demandas presentadas por ambos partidos. El presidente también ha recurrido a estos recursos judiciales en los estados donde va perdiendo. Estas demandas primero deben recorrer los tribunales locales y luego pasar a las cortes federales de apelación para que finalmente lleguen a la Corte Suprema de los Estados Unidos, si no se resuelven antes, porque en el sistema federal cada estado tiene su propia Corte Suprema como tiene su propio congreso. He escuchado a algunos decir sobre la posibilidad de que esto se lleve directamente al tribunal supremo de la nación y esto es una exageración. De llegar a esa máxima instancia, este caso será tan importante para la historia institucional americana como el caso Bush-Gore del año 2000. En este escenario supremo los demócratas no tienen nada que buscar, sus peticiones morirán en el intento, son 6 jueces conservadores y 3 progresistas.

—¿Qué podría hacer Trump en los dos meses que le restan en la Casa Blanca? ¿Generar más polarización en la sociedad norteamericana y así dejarle un país muy dividido a Biden?

—El país ya está dividido, no puede dividirse más, a partir de ahora solo le queda el camino de reencontrarse y de la unidad. Trump por su parte, fiel a su estilo, continuará con su retórica de confrontación y pasará los próximos dos meses auto justificando las medidas tomadas por su administración, pero sobre todo no tardará mucho en encontrar un culpable de su derrota como lo ha hecho con la recesión de la economía al culpar a China del coronavirus. Serán dos meses en los cuales la fortaleza de las instituciones americanas se verá atacada porque será difícil borrar de la ‘psique de Trump’ que él ganó las elecciones ‘por mucho’, como se atrevió a afirmar. Es así como funciona el exceso de seguridad del presidente, algunos lo llaman ego.

—En el Partido Republicano también se han evidenciado voces divergentes frente a las acusaciones de Trump. ¿La actitud del presidente les afectará políticamente?

—Como en todas las organizaciones, siempre hay voces disidentes y el Partido Republicano no es la excepción, se conforma de los republicanos ideológicamente de corazón y por los republicanos que de forma pública o privada se oponen a Trump, una figura política divisoria que se fortalece de la polarización y cuya única ideología es mantener el poder. Personajes como estos son amados u odiados, no hay punto medio. A la postre, será el Partido Republicano quien pague el precio más alto.

—Los estados de Pennsylvania, Arizona, Nevada, Wisconsin y Georgia volverían a recontar los votos de las elecciones. ¿Cuánto tiempo demoraría el proceso?

—Es difícil predecir un tiempo para la finalización del reconteo de estos estados pues cada uno de estos estados tienen su propio marco regulatorio para el tema electoral y su propia fecha límite para certificar los resultados. Además, hay que tomar en cuenta el voto anticipado y por correo pues cada estado tiene establecido su propio tiempo de espera en el que se puede aceptar una boleta que llegue después del día de las elecciones. Pase lo que pase, los colegios electorales de cada estado votarán formalmente el 14 de diciembre.

—Los demócratas recuperaron estados que perdieron en el 2016. ¿Cuál sería el nuevo mapa político de EE UU?

—Biden logró recuperar algunos estados como Michigan y Wisconsin que le fueron arrebatados a Hillary Clinton en 2016. Apeló a la tradición de votación de esos Estados y su voz fue escuchada. Como les sucedió a los demócratas en 2016, en esta ocasión los republicanos perdieron terrenos tradicionalmente seguros para ellos, ese es el caso de Arizona donde es muy probable que un buen número de republicanos dolidos con Trump haya votado por Biden. No se puede descartar la mano invisible del fantasma de John McCain.

—Hay un hecho que me llamó la atención en estas elecciones: en Florida, que tiene la mayor cantidad de latinos, votaron mayoritariamente por Trump a pesar de que mantiene un discurso agresivo contra esta comunidad. ¿Existe alguna explicación a este fenómeno?

—En cuanto a los latinos de Florida, es necesario decir que hay muchos latinos en todo el país que sorprendentemente votan por Trump. No podemos olvidar que el voto latino de Florida no es monolítico, pero en gran parte esta población tiene algo en común: muchos han llegado a Estados Unidos huyendo del sistema político socialista con el que ellos no comulgan y es aquí donde viene la narrativa ideológica de la campaña donde se les ha dicho que Biden representa el socialismo y Trump el capitalismo. Trump ha sabido capitalizar esto políticamente y les ha ofrecido una política exterior más dura frente a los líderes de estos países (Cuba, Venezuela, Nicaragua).

—¿Cuáles serán los primeros planes de Biden?

—Biden formará un comité de expertos para combatir covid-19 y tomará medidas inmediatas para mejorar la economía, políticas de inmigración, la justicia racial y el cambio climático, así como regresar al Acuerdo de Paris.

—¿Biden mejorará la relación bilateral con América Latina y Europa?

—América Latina continuará siendo el trofeo de dos gigantes que miden fuerza. América Latina será importante para Estados Unidos siempre que sea importante para China. En cuanto a Europa, Biden se acercará nuevamente a los aliados tradicionales, al establishment de Bruselas y no dudo que en algún momento haga una gira europea de la disculpa.

—¿Y los conflictos que mantiene con China, Irán y Venezuela?

—Con Venezuela el enfoque no va a cambiar, Maduro tiene que irse y ese es el consenso; con Irán ya la administración de Obama mantenía un acuerdo nuclear y buscará la forma de trabajar con aliados respecto a Irán; y con China probablemente se mantendrá una relación más cordial en comparación con la llamada “guerra comercial”.

—¿Qué aporte le dará Kamala Harris a Biden en la Casa Blanca?

—Kamala Harris trae carisma para esta administración Biden, trae energía y es un gran seguro de vida política para el próximo gobierno. En términos de políticas públicas, trae expertise en justicia criminal. En el plano personal, aporta su experiencia en justicia social y racial, vivida desde su propia piel como la primera mujer vicepresidenta (y negra) de los Estados Unidos y será un gran enlace que el presidente tendrá con el ala progresista del Partido Demócrata. Su mera juramentación será un precedente para la historia política de este país.

—En el Congreso también se libra una batalla. Los demócratas van a mantener su mayoría en la Cámara de Representantes, pero en el Senado es otra la historia. ¿Se le podría complicar a Biden presentar propuestas que, finalmente, los republicanos terminen rechazando en la Cámara Alta si mantienen su dominio?

—Sin duda. El Senado es vital no solo para la buena gobernanza, pero más que todo para la gobernabilidad porque Biden necesita nominar su gabinete, nominar jueces al supremo en caso del fallecimiento o renuncia de alguno, o, por ejemplo, necesita venir con un proyecto de ley para infraestructura para reactivar la economía, solo por mencionar algunos temas que harán que la Casa Blanca tenga que sentarse a dialogar con el Senado republicano. Recordemos que Obama despertó muchas expectativas en los estadounidenses y no pudo cumplirlas todas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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